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| TANGER | |
| | Auteur | Message |
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Soly Anidjar
Nombre de messages : 42588 Age : 72 Date d'inscription : 13/07/2006
| Sujet: TANGER Sam 15 Juil 2006 - 22:43 | |
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| | | Soly Anidjar
Nombre de messages : 42588 Age : 72 Date d'inscription : 13/07/2006
| Sujet: Re: TANGER Sam 15 Juil 2006 - 22:45 | |
| http://www.tingis.be/modules/sections/index.php?op=viewarticle&artid=7 | |
| | | Soly Anidjar
Nombre de messages : 42588 Age : 72 Date d'inscription : 13/07/2006
| Sujet: Re: TANGER Sam 15 Juil 2006 - 22:53 | |
| http://www.tingis.be/modules/news/article.php?storyid=98 | |
| | | Soly Anidjar
Nombre de messages : 42588 Age : 72 Date d'inscription : 13/07/2006
| Sujet: Tangerinos Sam 22 Juil 2006 - 20:04 | |
| http://tangerinos.free.fr/ | |
| | | Soly Anidjar
Nombre de messages : 42588 Age : 72 Date d'inscription : 13/07/2006
| Sujet: Re: TANGER Jeu 27 Juil 2006 - 11:46 | |
| http://www.lejournaldetanger.com/ | |
| | | viviane muyal
Nombre de messages : 9 Age : 70 Date d'inscription : 12/01/2007
| Sujet: Una paloma posada en el hombro de Africa Sam 13 Jan 2007 - 5:32 | |
| Del libro de Salomon Benarroch Bendayan, cito: " En Tanger todo empieza con el mar y todo conduce de nuevo al mar: el puerto, la playa, las aguas verdes y azules de Gibraltar y, a distancia, Andalucia iluminada por la luz dorada del sol poniente." Que privilegiados fuimos los que nacimos y vivimos en Tanger, tanto que a pesar de la distancia y del tiempo, siempre ocupa un trozo importante de nuestro corazones. | |
| | | viviane muyal
Nombre de messages : 9 Age : 70 Date d'inscription : 12/01/2007
| Sujet: Re: TANGER Sam 13 Jan 2007 - 5:37 | |
| Para que lo disfruten aqui les va de la pluma del talento del humor y jaquetia Solly Levy: Hoy me dieron gánaz de hablárvoz de argo muy importante en muéstraz vídaz de Tanjauis, argo que hatta agüera forma parte de muéstraz álmaz, argo que daba golor y color al aire que respirábamos : la playa. En lorrecuérdoz más primeros que tengo, de loz áñoz en que aun estaba mesjeado como una qotnita, siempre sta la mar, de léjoz o de cerca, tranquila o enca’asada, azzul como los ciéloz o verde claro clarito como lorrefléjoz de la madreperla, azzul rezzio de poniente suave o lleno de spuma blanca de oleaje, con ese levante que mos ponía lonniérvod-de punta, ese dishozzo levante que haireaba a la arena y ésta, pa vengarse, la mal-lograda, moz azotaba las piernas, moss cegaba loz ójoz, se moz metía entre la ropa y las cárnez y hatta en lobbocadíod-de sardínaz rellenas. De chiquito, pa mí la playa era el golor de laz álgad-de todas clases, las cíntal-lárgad-de color mostazza oscura, laz vérder-recortadidas que parecían hojítad-de leshuga fresca, laz marrónez oscuras con cabézaz huecas que me spantaba de tocarlas porque me creía que me iban a morder, tódaz las que laz olas traían y levaban y sh’ateaban y ponían a secar en laz orillas hatta que empezaban a despedir ésoz golores marinos que loz viéntoz roheaban por toda la Avenida España. También en miz recuérdoz de crío, la playa son loz escarabajitos que corrían por laz arénaz deshando únaz huellas como de cochezitos. Mozótroz loz cojíamos, loz metíamoz en unas cashítaz aburacádaz – gua claro paque cudieran respirar, loz amargos - y discués los soltábamos por parejas pa ver quién ganaba la carrera. ¡Ay esog-golóred-de las comidítad- de Mammá... Las criaturas comíamos como ji’anes asentádoz en la arena o, cuando se levantaba el levante, dentro de la caseta pintada con ráyaz azzúlez y blancas. Sí, como munchas familias judíaz, musulmánaz y españolas, teníamoz una caseta de madera rezzia que un carpintero moz montaba y dezmontaba cada verano. Me acuerdo que la muestra pasaba el invierno en un garaje y venía un camalo con su burro pa levarla a la playa. Volviendo a las comidas de Mammaíta... Esas pulpetas aliñadas con ajo picado y pereshil, las sardínar- rellenas como dishi, los pastelítod-de patata, la tortilla de Antonia – que nuncua supi quién era la Antonia esa – que era gher una tortilla de patata pero endiamantada, ni seca palo ni blanducha, un poquitito azzeitozza y que se podía comer cayente o fría o en un bocadillo de pan francés de Seguí, el panadero de nuestra niñez, el mejor de todo el ‘olam. Y el golor de la sandía fresca escojida por Pappaíto que nuncua se equivocaba, nuncua le salía calabaza; el golor de los chumbos que comprábamoz en la mizma playa, chúmbod-de tódol-los colores, amaríos, cazzi colorados, verdes, naranja, amoratados... que mordíaz en élloz y te chorreaba el jugo y las pipitas por la barba, las cerezas górdaz y oscuras que laz niñas se colgaban de laz orejas como sarcíos y qué voz diré... Ya un poquito máz mayorcitos, moz enseñimos sóloz a nadar, como güenos hijod-de Tánger, solos. Gher adentrándomoz en la mar shuiyya shuiyya, davagarcito, hatta que mos cubría todo el cuerpo menol-la cabecita y entoces soltábamoz un pie y mos quedábamoz en el otro como lab-bailarínaz, y venga a mover ésoz bracitos, atreviéndomoz a soltar lod-dos piez a la vez poquito a poco, poquito a poco hatta que un día... ¡libres! Flotando por fin, y yal-la yal-la chap chap chap con los piez y laz manos, dale que dale como los perritos. Ansina fue como aprendímoz a nadar. Y de ahí, puez nada, a imitar a Joni Besmúler en las peliculad- de Tarzán y ánted-del final del verano, ya podíamoz ir a la balsa (a unos cincuenta metros de la orilla) acompañados por loz mayyores, claro. Cada año nadábamos mejor, con máz velocidad, máz estilo, máz resistencia, ménoz espuma y ménoz ruido. A los qatorze, ya podíamoz ir de una balsa a otra (únod-dossiéntom-metros) y a los dieziséis, lass-cinco balsas, sí señor, mad’de un kilometró. Llegó un día que la mar estaba en calma, que no se movía ni una olita, y entoces mi primo Issy (mi compañero de ‘abajas) y yo mos fuimos nadando hatta el puerto, maz lejos aún que las cinco balsas. A la güelta, la verdad stábamoz halqueádoz, loz amárgod’de mozotros. A esto que se acerca una canoíta con motor. ¿Quién la staba levando? Un compañero del Lycée. ¡Ay qué bien, mira por dónde mobbámoz a ahorrar laz halquínad-de seguir nadando hatta la orilla! Miray, no voy a dizir el nombre de ese compañero por no meterle en mal. Pero basta con que sepáis que era el hijjo de un diplomaticó de ma’alá. Un reprezentante de uno de los países que gobernaban la zona internacional de Tánger. Le pedí de favor que moz arrastrara un poquito porque ya se moz estaban engarrotando las pátaz y loz brazos. Igua el quefseado no quizzo fukkearmos. (El condenado no quiso ayudarnos.) Qal-le que el motor es mesjeado (pequeño) y no podrá qemear (soportar) tanto pezzo. Moddesho plantádoz ahí en medio de la bahía. ¿Miratis qué mal corassón? ¡Lastimá que yo no tuviera el ojo preto de Selomó el ‘aineador! (El ojo malo de un tal Selomó) Porque sino, yo te le ‘aineaba esa barca (le echaba un mal de ojo) y él se hubiera quedado estancado ahí solo, y llamay a Tamar que le sacara de esa guahlá. (Expresión popular que significa que nadie hubiera podido sacarle de apuro.) Puez nada más que con la fuerza de la jennía (rabia) que mod-dio, encontrimos la sahhá (la fuerza) pa seguir nadando hatta la playa. Nuncua se moz orvidó esa farta de rahmanut (compasión). A parte el nadar, pa mozotros a esa edad, la playa eran también laz ‘áylaz (las chicas) que namás que de vél-laz en bañador mos poníamos que... nuéstrob-bañadores... gua güeno, gua déshalo callado, hshuma (vergüenza). Moz echábamoz en la arena boca abasho y ansina ... disimula, disimula. La playa de Tánger... yahasrá (equivale a ¡qué tiempos aquéllos) la mabbonita playa del ‘olam (del mundo). Muestra cuna, muéstraz mocedades, muestras pénad-de amores, muéstraz amistades sin mirar quién era éste y quién era aquél, si era judió o quistiano o musulmán, tódoz gozzando de esos veranos tanjauis y qassreando (charlando) en español, en francez, en ‘arbía, en italiano, todos comiendo patatas fritas ay las pataté frité quien las comé repité saca dineré de su bolsillé, barquillos de canela, pirulines y barquillos, almendras tostadas, ay las pataté frité, quien las comé repité, saca dineré de su bolsillé... * Aujourd’hui l’envie m’a pris de vous parler de quelque chose de très important dans nos vies de Tangérois, quelque chose qui, jusqu’à ce jour, fait partie de notre âme, quelque chose qui donnait senteur et couleur à l’air que nous respirions: la plage. Dans les souvenirs les plus anciens qui me viennent de ces années où je n’étais qu’un petit bout de chou, la mer est toujours là, de loin ou de près, tranquille ou en furie, bleue comme les cieux ou vert clair, d’un vert léger comme les reflets de l’huître perlière, bleu robuste de doux vent d’ouest ou plein de l’écume blanche des vagues poussées par ce vent d’est qui nous mettait les nerfs en boule, ce sacré vent d’est qui excitait le sable lequel, pour se venger - le maudit – nous fouettait les jambes, nous aveuglait, s’introduisait entre nos vêtements et notre peau et jusque dans nos sandwiches de beignets de sardines. Pour l’enfant que j’étais, la plage c’était l’odeur des algues de toutes sortes, les longs rubans couleur brun moutarde, les algues vertes bien dentelées qui avaient l’air de petites feuilles de laitue fraîche, toutes celles que les vagues amenaient et ramenaient et rejetaient et mettaient à sécher sur la grève jusqu’à ce qu’elles commencent à dégager ces odeurs marines que les vents transportaient tout le long de l’avenue d’Espagne. Dans mes souvenirs d’enfance, la plage ce sont aussi les petits scarabées qui couraient sur le sable, laissant derrière eux comme des traces de voiturettes. Nous les attrapions pour les enfermer dans de petites boîtes trouées – bien sûr pour qu’ils puissent respirer, les pauvres – et ensuite nous les lâchions par paires pour voir qui gagnerait la course. Ah, les odeurs des petits plats de maman!... Nous, les enfants, dévorions comme des goinfres, assis sur le sable ou, lorsque le vent se levait, à l’intérieur de la cabine à rayures bleues et blanches. Oui, comme beaucoup de familles juives, musulmanes et espagnoles, nous avions une cabine en bois massif qu’un menuisier nous montait et démontait tous les ans. Je me souviens que la nôtre passait l’hiver dans un garage et qu’un porteur venait avec son âne pour la transporter jusqu’à la plage. Pour en revenir aux petits plats de maman... Ces boulettes assaisonnées d’ail haché menu et de persil, les beignets de sardines, comme j’ai dit, les pastelitos de pomme de terre, l’omelette de Antonia – je n’ai jamais su qui était cette Antonia – une simple omelette aux pommes de terre mais merveilleuse, ni sèche comme du bois ni molassonne, légèrement huileuse et que l’on pouvait manger chaude ou froide dans un sandwich au pain de chez Seguí, le boulanger de notre enfance, le meilleur du monde. Et l’odeur de la pastèque fraîche choisie par Pappaíto qui ne se trompait jamais; jamais elle n’avait un goût de courge; le parfum des figues de barbarie que nous achetions sur la plage même, de toutes les couleurs, jaunes, presque rouges, vertes, orange, violacées... tu mordais dedans et le jus et les pépins te dégoulinaient sur le menton; les cerises grosses et rouge foncé que les filles accrochaient à leurs oreilles en guise de boucles et que vous dirais-je encore? À peine plus âgés, nous avons appris à nager tout seuls, en bon fils de Tanger, tout seuls. Juste en avançant petit à petit dans la mer, tout doucement, jusqu’à ce que l’eau nous couvre tout le corps, sauf la petite tête et alors on levait un pied et on restait sur l’autre comme les ballerines, et vas-y que je bouge les petits bras, jusqu’à oser lever les deux pieds en même temps, petit à petit, tout doucement, jusqu’à ce qu’ un beau jour... libres! On flottait enfin et vas-y, vas-y, tchap tchap tchap avec les pieds et les mains, vas-y, vas-y, comme les petits chiens. C’est ainsi que nous avons appris à nager. Et de là, pas de problème, on n’avait qu’à imiter Djauni Besmulère dans les films de Tarzan. Avant la fin de l’été, nous pouvions déjà nager jusqu’au radeau (à quelque 50 m du bord), accompagnés par les grands, bien sûr. Chaque année nous nagions mieux, plus vite, avec plus de style, plus de résistance, moins d’écume et moins de bruit. À l’âge de quatorze ans, nous pouvions déjà aller d’un radeau à l’autre (environ 200 m) et à seize ans, les cinq radeaux, oui monsieur, plus d’un kilomètre! Vint un jour où la mer était d’un calme plat. Pas la moindre vaguelette. C’est alors que mon cousin Issy, mon compagnon d’aventures, et moi nous avons nagé jusqu’au port, plus loin que les cinq radeaux. Au retour, la vérité, nous étions crevés, pauvres de nous. Tout à coup, ne voilà-t-il pas qu’un petit canot à moteur se dirige vers nous. Et qui était aux commandes? Un camarade du Lycée! Oh! Formidable! Nous allons pouvoir éviter la fatigue du retour à la plage! Écoutez, je ne vais pas vous révéler le nom de ce camarade pour ne pas dire du mal de lui. Mais qu’il vous suffise de savoir qu’il était le fils d’un diplomate de haut vol, représentant l’un des pays qui gouvernaient la zone internationale de Tanger. Je l’ai prié de nous remorquer un peu parce que nous commencions à avoir des crampes aux jambes et aux bras. Eh bien le salopard a refusé de nous venir en aide. Soi-disant que son moteur n’était pas assez puissant pour supporter un tel poids. Il nous a laissés plantés au milieu de la baie. Vous avez vu ce manque de coeur? Dommage que je n’aie pas eu l’oeil de Salomon-Mauvais-Oeil! Sinon, je te lui zyeutais la barque et c’est lui qui serait resté en rade tout seul, sans personne pour le tirer d’affaire. Alors, c’est dans la rage que nous avons puisé les forces pour nager jusqu’à la plage. On n’a jamais pu oublier ce manque de rahmanout (pitié). À part la natation, pour nous, à cet âge, la plage c’étaient aussi les filles qu’il nous suffisait de voir en maillot de bain pour que… euh… nos maillots… bon, bon, n’allons pas plus loin. Hshouma (la honte)! On se jetait à plat ventre sur le sable pour euh… dissimuler. La plage de Tanger, yahasrá (c’est-à-dire: «C’était le bon vieux temps! »), la plus belle plage du monde! Notre berceau, notre adolescence, nos peines d’amour, nos amitiés sans chercher à savoir qui était celui-ci ou qui était cet autre, s’il était juif ou chrétien ou musulman! Tous nous jouissions de ces étés tanjaouis en plaisantant, en bavardant en espagnol, en français, en arabe, en italien, en mangeant des chips (patatas fritas) : «Hé là! Patates, patates frites! Si vous en mangez, vous y revenez! De votre poche, le fric vous sortez! » «Hé là! Cornets gaufrés canelle! Sucettes et cornets canelle! Amandes grillées!… » «Hé là! Patates, patates frites! Si vous en mangez, vous y revenez! De votre poche, le fric vous sortez...! » Je pense que ce recit vous fera sourire mais vous rappelera beaucoup de choses. Viviane | |
| | | haim cohen
Nombre de messages : 39 Age : 89 Date d'inscription : 04/11/2006
| Sujet: patatas fritas Sam 7 Juil 2007 - 11:09 | |
| - viviane muyal a écrit:
- Para que lo disfruten aqui les va de la pluma del talento del humor y jaquetia Solly Levy:
Hoy me dieron gánaz de hablárvoz de argo muy importante en muéstraz vídaz de Tanjauis, argo que hatta agüera forma parte de muéstraz álmaz, argo que daba golor y color al aire que respirábamos : la playa.
En lorrecuérdoz más primeros que tengo, de loz áñoz en que aun estaba mesjeado como una qotnita, siempre sta la mar, de léjoz o de cerca, tranquila o enca’asada, azzul como los ciéloz o verde claro clarito como lorrefléjoz de la madreperla, azzul rezzio de poniente suave o lleno de spuma blanca de oleaje, con ese levante que mos ponía lonniérvod-de punta, ese dishozzo levante que haireaba a la arena y ésta, pa vengarse, la mal-lograda, moz azotaba las piernas, moss cegaba loz ójoz, se moz metía entre la ropa y las cárnez y hatta en lobbocadíod-de sardínaz rellenas.
De chiquito, pa mí la playa era el golor de laz álgad-de todas clases, las cíntal-lárgad-de color mostazza oscura, laz vérder-recortadidas que parecían hojítad-de leshuga fresca, laz marrónez oscuras con cabézaz huecas que me spantaba de tocarlas porque me creía que me iban a morder, tódaz las que laz olas traían y levaban y sh’ateaban y ponían a secar en laz orillas hatta que empezaban a despedir ésoz golores marinos que loz viéntoz roheaban por toda la Avenida España.
También en miz recuérdoz de crío, la playa son loz escarabajitos que corrían por laz arénaz deshando únaz huellas como de cochezitos. Mozótroz loz cojíamos, loz metíamoz en unas cashítaz aburacádaz – gua claro paque cudieran respirar, loz amargos - y discués los soltábamos por parejas pa ver quién ganaba la carrera.
¡Ay esog-golóred-de las comidítad- de Mammá... Las criaturas comíamos como ji’anes asentádoz en la arena o, cuando se levantaba el levante, dentro de la caseta pintada con ráyaz azzúlez y blancas. Sí, como munchas familias judíaz, musulmánaz y españolas, teníamoz una caseta de madera rezzia que un carpintero moz montaba y dezmontaba cada verano. Me acuerdo que la muestra pasaba el invierno en un garaje y venía un camalo con su burro pa levarla a la playa. Volviendo a las comidas de Mammaíta... Esas pulpetas aliñadas con ajo picado y pereshil, las sardínar- rellenas como dishi, los pastelítod-de patata, la tortilla de Antonia – que nuncua supi quién era la Antonia esa – que era gher una tortilla de patata pero endiamantada, ni seca palo ni blanducha, un poquitito azzeitozza y que se podía comer cayente o fría o en un bocadillo de pan francés de Seguí, el panadero de nuestra niñez, el mejor de todo el ‘olam.
Y el golor de la sandía fresca escojida por Pappaíto que nuncua se equivocaba, nuncua le salía calabaza; el golor de los chumbos que comprábamoz en la mizma playa, chúmbod-de tódol-los colores, amaríos, cazzi colorados, verdes, naranja, amoratados... que mordíaz en élloz y te chorreaba el jugo y las pipitas por la barba, las cerezas górdaz y oscuras que laz niñas se colgaban de laz orejas como sarcíos y qué voz diré...
Ya un poquito máz mayorcitos, moz enseñimos sóloz a nadar, como güenos hijod-de Tánger, solos. Gher adentrándomoz en la mar shuiyya shuiyya, davagarcito, hatta que mos cubría todo el cuerpo menol-la cabecita y entoces soltábamoz un pie y mos quedábamoz en el otro como lab-bailarínaz, y venga a mover ésoz bracitos, atreviéndomoz a soltar lod-dos piez a la vez poquito a poco, poquito a poco hatta que un día... ¡libres! Flotando por fin, y yal-la yal-la chap chap chap con los piez y laz manos, dale que dale como los perritos. Ansina fue como aprendímoz a nadar. Y de ahí, puez nada, a imitar a Joni Besmúler en las peliculad- de Tarzán y ánted-del final del verano, ya podíamoz ir a la balsa (a unos cincuenta metros de la orilla) acompañados por loz mayyores, claro.
Cada año nadábamos mejor, con máz velocidad, máz estilo, máz resistencia, ménoz espuma y ménoz ruido. A los qatorze, ya podíamoz ir de una balsa a otra (únod-dossiéntom-metros) y a los dieziséis, lass-cinco balsas, sí señor, mad’de un kilometró.
Llegó un día que la mar estaba en calma, que no se movía ni una olita, y entoces mi primo Issy (mi compañero de ‘abajas) y yo mos fuimos nadando hatta el puerto, maz lejos aún que las cinco balsas. A la güelta, la verdad stábamoz halqueádoz, loz amárgod’de mozotros. A esto que se acerca una canoíta con motor. ¿Quién la staba levando? Un compañero del Lycée. ¡Ay qué bien, mira por dónde mobbámoz a ahorrar laz halquínad-de seguir nadando hatta la orilla! Miray, no voy a dizir el nombre de ese compañero por no meterle en mal. Pero basta con que sepáis que era el hijjo de un diplomaticó de ma’alá. Un reprezentante de uno de los países que gobernaban la zona internacional de Tánger. Le pedí de favor que moz arrastrara un poquito porque ya se moz estaban engarrotando las pátaz y loz brazos. Igua el quefseado no quizzo fukkearmos. (El condenado no quiso ayudarnos.) Qal-le que el motor es mesjeado (pequeño) y no podrá qemear (soportar) tanto pezzo. Moddesho plantádoz ahí en medio de la bahía. ¿Miratis qué mal corassón? ¡Lastimá que yo no tuviera el ojo preto de Selomó el ‘aineador! (El ojo malo de un tal Selomó) Porque sino, yo te le ‘aineaba esa barca (le echaba un mal de ojo) y él se hubiera quedado estancado ahí solo, y llamay a Tamar que le sacara de esa guahlá. (Expresión popular que significa que nadie hubiera podido sacarle de apuro.) Puez nada más que con la fuerza de la jennía (rabia) que mod-dio, encontrimos la sahhá (la fuerza) pa seguir nadando hatta la playa. Nuncua se moz orvidó esa farta de rahmanut (compasión).
A parte el nadar, pa mozotros a esa edad, la playa eran también laz ‘áylaz (las chicas) que namás que de vél-laz en bañador mos poníamos que... nuéstrob-bañadores... gua güeno, gua déshalo callado, hshuma (vergüenza). Moz echábamoz en la arena boca abasho y ansina ... disimula, disimula.
La playa de Tánger... yahasrá (equivale a ¡qué tiempos aquéllos) la mabbonita playa del ‘olam (del mundo). Muestra cuna, muéstraz mocedades, muestras pénad-de amores, muéstraz amistades sin mirar quién era éste y quién era aquél, si era judió o quistiano o musulmán, tódoz gozzando de esos veranos tanjauis y qassreando (charlando) en español, en francez, en ‘arbía, en italiano, todos comiendo patatas fritas ay las pataté frité quien las comé repité saca dineré de su bolsillé, barquillos de canela, pirulines y barquillos, almendras tostadas, ay las pataté frité, quien las comé repité, saca dineré de su bolsillé... * Aujourd’hui l’envie m’a pris de vous parler de quelque chose de très important dans nos vies de Tangérois, quelque chose qui, jusqu’à ce jour, fait partie de notre âme, quelque chose qui donnait senteur et couleur à l’air que nous respirions: la plage. Dans les souvenirs les plus anciens qui me viennent de ces années où je n’étais qu’un petit bout de chou, la mer est toujours là, de loin ou de près, tranquille ou en furie, bleue comme les cieux ou vert clair, d’un vert léger comme les reflets de l’huître perlière, bleu robuste de doux vent d’ouest ou plein de l’écume blanche des vagues poussées par ce vent d’est qui nous mettait les nerfs en boule, ce sacré vent d’est qui excitait le sable lequel, pour se venger - le maudit – nous fouettait les jambes, nous aveuglait, s’introduisait entre nos vêtements et notre peau et jusque dans nos sandwiches de beignets de sardines.
Pour l’enfant que j’étais, la plage c’était l’odeur des algues de toutes sortes, les longs rubans couleur brun moutarde, les algues vertes bien dentelées qui avaient l’air de petites feuilles de laitue fraîche, toutes celles que les vagues amenaient et ramenaient et rejetaient et mettaient à sécher sur la grève jusqu’à ce qu’elles commencent à dégager ces odeurs marines que les vents transportaient tout le long de l’avenue d’Espagne.
Dans mes souvenirs d’enfance, la plage ce sont aussi les petits scarabées qui couraient sur le sable, laissant derrière eux comme des traces de voiturettes. Nous les attrapions pour les enfermer dans de petites boîtes trouées – bien sûr pour qu’ils puissent respirer, les pauvres – et ensuite nous les lâchions par paires pour voir qui gagnerait la course.
Ah, les odeurs des petits plats de maman!... Nous, les enfants, dévorions comme des goinfres, assis sur le sable ou, lorsque le vent se levait, à l’intérieur de la cabine à rayures bleues et blanches. Oui, comme beaucoup de familles juives, musulmanes et espagnoles, nous avions une cabine en bois massif qu’un menuisier nous montait et démontait tous les ans. Je me souviens que la nôtre passait l’hiver dans un garage et qu’un porteur venait avec son âne pour la transporter jusqu’à la plage.
Pour en revenir aux petits plats de maman... Ces boulettes assaisonnées d’ail haché menu et de persil, les beignets de sardines, comme j’ai dit, les pastelitos de pomme de terre, l’omelette de Antonia – je n’ai jamais su qui était cette Antonia – une simple omelette aux pommes de terre mais merveilleuse, ni sèche comme du bois ni molassonne, légèrement huileuse et que l’on pouvait manger chaude ou froide dans un sandwich au pain de chez Seguí, le boulanger de notre enfance, le meilleur du monde. Et l’odeur de la pastèque fraîche choisie par Pappaíto qui ne se trompait jamais; jamais elle n’avait un goût de courge; le parfum des figues de barbarie que nous achetions sur la plage même, de toutes les couleurs, jaunes, presque rouges, vertes, orange, violacées... tu mordais dedans et le jus et les pépins te dégoulinaient sur le menton; les cerises grosses et rouge foncé que les filles accrochaient à leurs oreilles en guise de boucles et que vous dirais-je encore?
À peine plus âgés, nous avons appris à nager tout seuls, en bon fils de Tanger, tout seuls. Juste en avançant petit à petit dans la mer, tout doucement, jusqu’à ce que l’eau nous couvre tout le corps, sauf la petite tête et alors on levait un pied et on restait sur l’autre comme les ballerines, et vas-y que je bouge les petits bras, jusqu’à oser lever les deux pieds en même temps, petit à petit, tout doucement, jusqu’à ce qu’ un beau jour... libres! On flottait enfin et vas-y, vas-y, tchap tchap tchap avec les pieds et les mains, vas-y, vas-y, comme les petits chiens.
C’est ainsi que nous avons appris à nager. Et de là, pas de problème, on n’avait qu’à imiter Djauni Besmulère dans les films de Tarzan. Avant la fin de l’été, nous pouvions déjà nager jusqu’au radeau (à quelque 50 m du bord), accompagnés par les grands, bien sûr. Chaque année nous nagions mieux, plus vite, avec plus de style, plus de résistance, moins d’écume et moins de bruit. À l’âge de quatorze ans, nous pouvions déjà aller d’un radeau à l’autre (environ 200 m) et à seize ans, les cinq radeaux, oui monsieur, plus d’un kilomètre!
Vint un jour où la mer était d’un calme plat. Pas la moindre vaguelette. C’est alors que mon cousin Issy, mon compagnon d’aventures, et moi nous avons nagé jusqu’au port, plus loin que les cinq radeaux. Au retour, la vérité, nous étions crevés, pauvres de nous. Tout à coup, ne voilà-t-il pas qu’un petit canot à moteur se dirige vers nous. Et qui était aux commandes? Un camarade du Lycée! Oh! Formidable! Nous allons pouvoir éviter la fatigue du retour à la plage! Écoutez, je ne vais pas vous révéler le nom de ce camarade pour ne pas dire du mal de lui. Mais qu’il vous suffise de savoir qu’il était le fils d’un diplomate de haut vol, représentant l’un des pays qui gouvernaient la zone internationale de Tanger. Je l’ai prié de nous remorquer un peu parce que nous commencions à avoir des crampes aux jambes et aux bras. Eh bien le salopard a refusé de nous venir en aide. Soi-disant que son moteur n’était pas assez puissant pour supporter un tel poids. Il nous a laissés plantés au milieu de la baie. Vous avez vu ce manque de coeur? Dommage que je n’aie pas eu l’oeil de Salomon-Mauvais-Oeil! Sinon, je te lui zyeutais la barque et c’est lui qui serait resté en rade tout seul, sans personne pour le tirer d’affaire. Alors, c’est dans la rage que nous avons puisé les forces pour nager jusqu’à la plage. On n’a jamais pu oublier ce manque de rahmanout (pitié).
À part la natation, pour nous, à cet âge, la plage c’étaient aussi les filles qu’il nous suffisait de voir en maillot de bain pour que… euh… nos maillots… bon, bon, n’allons pas plus loin. Hshouma (la honte)! On se jetait à plat ventre sur le sable pour euh… dissimuler.
La plage de Tanger, yahasrá (c’est-à-dire: «C’était le bon vieux temps! »), la plus belle plage du monde! Notre berceau, notre adolescence, nos peines d’amour, nos amitiés sans chercher à savoir qui était celui-ci ou qui était cet autre, s’il était juif ou chrétien ou musulman! Tous nous jouissions de ces étés tanjaouis en plaisantant, en bavardant en espagnol, en français, en arabe, en italien, en mangeant des chips (patatas fritas) :
«Hé là! Patates, patates frites! Si vous en mangez, vous y revenez! De votre poche, le fric vous sortez! »
«Hé là! Cornets gaufrés canelle! Sucettes et cornets canelle! Amandes grillées!… »
«Hé là! Patates, patates frites! Si vous en mangez, vous y revenez! De votre poche, le fric vous sortez...! »
Je pense que ce recit vous fera sourire mais vous rappelera beaucoup de choses. Viviane [b] FIRST OF ALL ENJOY YOUR LIVING IN FLORIDA " Very clever to live in the states " ojala pudiera volver a mis 20 anos , hubiera sido tu vecino sino en Miami por lo menos en LA California donde tengo mucha primas. Pero desia mi abuela " Nos Hoba " Gracias al Dio vivimos bastante bien en Israel ( por el momento) Queria decirte primeramente que tenia un amigo Moses Muyal que vivia en el Paseo Cenarro a la subida para el Marshan . A lo mejor es de tu familia tenia un ermano Machlouf que trabajo en The Voice of America . Moses vive ahora en Sao Pau;o en Brazil . Secundo Te olvidates de los churros y la Calentita ??? Very Frendly Haim Cohen ( Metar Israel) | |
| | | Moisés Pinto Muyal
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