LE GENERAL MEZIANE, EL UNICO GENERAL MUSULMAN DE ESPAÑA

BIOGRAFIA / EL «HERMANO» MARROQUI DEL CAUDILLO
EL UNICO GENERAL MUSULMAN DE ESPAÑA

HISTORIA nunca contada del beréber Mizián, capitán general con Franco y luego ministro y mariscal de los ejércitos de Hassan II. Ahijado de Alfonso XIII, logró entrar en la Academia de Infantería de Toledo, hasta entonces vetada a los «infieles»

ILDEFONSO OLMEDO

El día en que el joven Mizián colgó su chilaba, para vestir por vez primera entre los de su pueblo el uniforme de cadete de Infantería de la Academia de Toledo, tenía 16 años. Apadrinado por el mismísimo Alfonso XIII, el talludo hijo (medía 1,92) de uno de los jefes de las cabilas del Rif empezaba a escribir una larga historia que le convertiría, pasados los años y las guerras (coloniales primero, fratricidas en suelo ibérico luego), en el único moro que alcanzó el generalato en el Ejército de Franco. Y en el único alto mando de los nacionales, ya cuando regresó al Marruecos independiente para que Mohamed V (abuelo del actual monarca) le proclamara mariscal de sus ejércitos, recibido con todos los honores en la URSS. «Es usted», le dijo Kruschev en Moscú, «el primer y último general de Franco al que recibo

27 años después de su muerte en un hospital de Madrid en vísperas de la Marcha Verde, una biografía autorizada por sus hijas, que quieren abrir en un palacete familiar, junto a Melilla, un museo etnográfico del pueblo beréber, le rescata del anonimato. Dos salas del museo estarán dedicadas al hombre que, a la manera de aquellos tiempos guerreros, tendió puentes hoy aún difíciles entre dos países vecinos. Incluso llegó, ya septuagenario, a ser embajador de Hassan II en Madrid (1966-1967).

Porque Mohamed Ben Mezián Del Kasem, que ya en 1913 ocupaba páginas en la revista monárquica Blanco y Negro por lo extraordinario de su sino militar, tuvo dos patrias, dos reyes, cuatro sultanes, presidentes de República, un caudillo español y fue en los años 50 capitán general en la tierra gallega del apóstol famoso por la vieja leyenda que le nombra como Santiago Matamoros. De joven, como un militar africanista más, Mizián luchó incluso contra quien había sido su maestro y después se erigió en líder de la revuelta (1921-1926) contra los españoles: el temido Abd El Krim.Y siempre sin abjurar de su fe mahometana.

En dos ocasiones la última en 1936, en el primer intento de los rebeldes por tomar el Madrid del no pasarán fue herido de gravedad. Por vez primera, en julio de 1921, cuando el desastre de Annual. Dos balas abatieron a Ben Mizián: una le cruzó la mandíbula y otra la clavícula izquierda.

Varias fotografías de su convalecencia en el hospital hablan de sus filiaciones. En una está con su padre, llamado por los españoles Mizián el bueno, caíd de la cabila de Mazuza de Guelaya donde Ben Mizián había nacido el 1 de febrero de 1897. Una segunda foto da cuenta de la visita que Franco, entonces teniente coronel, hace al postrado. Y en la última, Mizián, con la cabeza vendada, es saludado por Alfonso XIII. Con el Borbón había empezado su carrera años antes.

El Telegrama del Rif, el 11 de enero de 1911, narra el episodio

El rey, de visita en Melilla, llegó con el jefe tribal Mezián Bel Kasem a la Escuela Indígena. Les esperaba un profesor llamado Abd El Krim. «Saltó al encerado», cuenta la crónica, «el alumno Mohamed Ben Mezián y resolvió un problema complicado de regla de interés». Fue capaz, también, de señalar en los mapas de Europa ríos, regiones y capitales. Satisfecho, Alfonso XIII preguntó al niño por sus aspiraciones.

Quiero ser como usted...

¿Rey?

No, no, capitán...

Cuando el monarca abandonó la escuela, el caíd había recibido una promesa. Al cumplir su hijo 16 años ingresaría, como ahijado de Alfonso XIII, en una academia militar de España. Para cumplir su palabra, el Borbón hubo incluso de modificar la ley, pues la escuela de oficiales estaba cerrada para los no cristianos.

Mizián, el amigo infiel, cambió la chilaba por el uniforme de cadete de Infantería el 30 de agosto de 1913. Un anillo, regalo de Alfonso XIII, adornaba una de las borlas del gorro que, como oficial de Regulares, vestiría desde poco después el rifeño.Curtido en mil escaramuzas, Mizián fue uno de los conjurados que secundaron con entusiasmo la sublevación contra la II República.Siempre confió en Franco. Era, decía, «amigo del pueblo árabe».Y el generalísimo supo agradecérselo.

Mizián era comandante cuando se alzó en armas contra el régimen constitucional y terminó la contienda de coronel. Pocos frentes no pisó el rifeño, que viajaba por España (desde su aterrizaje en Jerez el 14 de agosto de 1936, un mes después de asaltar la base melillense de hidroaviones del Atalayón el 18 de julio) con un camión de borregos para que su tropa comiera según el Islam. También estuvo en la toma del Alcázar de Toledo, donde sus hombres exageraron la gesta de Mizián contando que derribó un avión rojo de un tiro de fusil.

La prensa internacional ofreció un perfil menos laudatorio del guerrero.

El estadounidense John Whitaker, en una de sus crónicas, se hizo eco de cómo las tropas nacionales habían prometido mujeres blancas a los moros para cuando entrasen en Madrid (aparece citado en el libro Los moros que trajo Franco, de Mª Rosa de Madariaga, y también en el de G. Cardona, Franco y sus generales).

Cuenta Whitaker su experiencia con Mizián. «Me encontraba con este militar moro cerca de Navalcarnero cuando dos muchachas, que parecían no haber cumplido 20 años, fueron conducidas ante él. A una se le encontró un carné sindical en su chaqueta de cuero; la otra afirmó no tener convicciones políticas. El Mizzian las llevó a lo que había sido la escuela del pueblo, donde descansaban unos 40 moros. Se escuchó un ululante grito de la tropa. Asistí horrorizado. El Mizzián sonrió afectadamente cuando protesté, diciendo: "Oh, no vivirán más de cuatro horas"».

Casado en 1925 con Fadela Amor, Mizián tardó en tener un hijo varón (fue bautizado como Mustafá en 1940, estudió en la Academia de Artillería de Segovia y murió en un accidente con un brasero).Antes nacieron seis niñas. Al menos dos de ellas terminaron casadas con militares. Una con quien, en 1971, murió por encabezar el primer intento de atentado contra Hassan II. La otra casó, a escondidas, cuando su padre ocupaba su último cargo español: capitán general de Canarias (1955-1956). Después pidió al caudillo que le liberara de su juramento a la bandera para irse a mandar los ejércitos (incluso fue ministro) del reino de Marruecos.

Esta boda provocó un incidente que pudo desembocar en 1956 en la primera ruptura diplomática con Marruecos. La joven abjuró del islam, se bautizó y casó, en secreto, con un oficial sobrino del ministro de Exteriores, Martín Artajo. Encolerizado, Mezián ideó una treta para secuestrar a su propia hija, que se había fugado a Valladolid. El teniente general (ostentaba el grado máximo desde 1953) convenció a la pareja de que viajaran a Tetuán.En el mismo aeródromo donde llegaron, un oficial compinchado retuvo a la hija.

Franco, enterado por el ofendido novio (le escribió sin más éxito que lograr de vuelta un saludo del generalísimo) hizo oídos sordos al affaire. Después, cuando el consejo supremo del Ejército trató de retirarle la paga española que Mizián conservó al pasar a las órdenes de Mohamed V, lo impidió con un encendido alegato en favor de su viejo amigo.

Tan unidos estuvieron siempre que hasta murieron en el mismo 1975 (Franco, el 20-N y Mizián, el 1 de mayo). El viejo beréber, de 78 años, vino a morir a España. Sus restos descansan en Marruecos.«Españoles y marroquíes», había dicho cuando fue embajador en Madrid (1966), «formamos una antigua familia. Nos separa el Estrecho...».Hoy, también, una embajada vacía.

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