Recordareis a estos dos personajes en números anteriores de la revista “El Lukus” de la ACAM. “Meshoda de Coco” era una pedigüeña perseverante y siempre con tortalez (malas maneras), mezmuma (mal genio) y jansucha (con cara fea). “Babá” (Meriám Benhamú), por el contrario era una menuda y simpática septuagenaria viuda, algo tapia (sorda), generosa y enemiga del haniyut (avaricia) y que congeniaba con sus vecinas nasranías (cristianas) del Pasaje Moreno conversando en un jaketía tetauni-lahraichí con su especial y típico tono cantarín. A veces, como veremos en el relato, también se encahasaba (se enfadaba) y le subía la chenía (se ponía de mal humor).
Cierto hereb chabat (viernes) en su sistemático y periódico itinerario petitorio “ Meshoda de Coco” llamó dokeando (aporreando) la puerta del palacio (habitación principal y “única” de una casa particular) de Babá situada al principio del corredor, con ventana a la calecha y lindando con la herrería de Diego. Como la puerta estaba takfeada (atrancada, cerrada) continuó por el pasillo hasta el hueco de patio donde vivían con su madre Simy (hermana de Babá) las conocidas costureras Hadra y Mery, a las que “casi interrogó” “ ¿Dónde wó (expresa un mal o una desdicha) está la quebseada (deshecha) de Meriám?”. Sin tajramía (pillería), pero sin chenfearsen (impresionasen) por lo chifa (mala persona) de la pedigüeña, contestaron que estaba en el berajito (habitáculo) del terrado escombrando (poner las cosas en su sitio). Desde abacho empezó a haitear (llamar a voces) “¡Meriám, Meriám, bacha que quiero parlarte!” “Meshoda” casi gritó Babá desde la azotea “¡secaté! (callate), pareces un preto berraj (negro pregonero = mal augurio); que wó quieres!” “Bacha te digo, bacha y te lo diré abacho” continuó vociferando.
Babá descendió aspasito (despacio) las escaleras (entre un tercer y cuarto piso de altura actual) por temor a una daká (trastazo) y halqueada (agotada) y deshalada (pálida). Al llegar al primer rellano la increpó casi sin aliento: “Meshoda ¡se te caiga el mazal (suerte) por esta quebrina (cansada); wa dime (entonces dime)!”. “¡ Daca (dame) la nedabá! (limosna habitual en determinados días o circunstancias)” exigió Meshoda. A Babá se la demudó la cara pero en vez de encahasarse (enfadarse) y levantar chamata (pelea, hoguera), disimuló su chenía (rabieta) y la respondió “mira Meshoda, dechí las llaves del palacio y los chavos (dinero) arriba en el berajito, asín que talah (sube) conmigo y te daré la nedabá”. La pedigüeña subió con ella hasta el terrado y una vez ambas en la azotea, Babá aunque más halqueada y quebrada que cuando bajó le dijo a la haniya bacarrat (peor y más que mendiga) con palabras pausadas y tinikuderas (sarcásticas):
“¿Sabes Meshoda?, ni tengo chavos (dinero) aquí, ni te doy nada, asín que vacha como vachí yo, y halqueate y quebrate como me quebrí yo. Vaite (vete) con wó y messa (desgracias y luto), con ida sin vuelta (que desaparezca para siempre) y que se te arremate tu nombre (que no se oiga hablar más de ella)”.
Por el Rofé José Edery Benchluch